Cómo los servicios de geolocalización cambian la forma de entender las relaciones y los mapas

La aplicación Buscar a mis amigos para iPhone (o, para el caso, Google Latitude o inclusoFourSauare para Android o Windows Phone) provoca sentimientos enfrentados en mucha gente. Para unos, la posibilidad de tener localizados en tiempo real a los familiares y amigos sobre el mapa es algo intrusivo, fiscalizador e inconcebible. Para otros, en cambio, es una pizca del futuro traída al presente: algo como el tricorder de Star Trek, que además resulta útil, práctico y divertido.

Recordemos cómo funciona: la app, que viene de serie en iOS, permite crear una lista de amigos que también tengan un iPhone o dispositivo iOS y activen la misma aplicación. Tras pedirse permiso unos a otros, se puede ver sobre el mapa la posición de los demás en tiempo real y con cierta precisión: la del GPS si está activado, o bien la de las redes Wi-Fi o las torres de telefonía móvil más cercanas. Todas estas funciones se combinan en lo que Apple suele llamar los «servicios de localización», para obtener la posición real bajo petición y transmitirla de unos iPhones a otros rápidamente. (En otras apps y servicios similares el método es parecido, aunque a veces hace falta que la persona indique expresamente dónde está haciendo un check-in.)

Para evitar problemas de privacidad, Buscar a mis amigos viene con algo así como «siete llaves»: se necesita una cuenta válida en iCloud, hay que configurar el programa, teclear siempre una contraseña tras arrancarlo, pedir permiso por anticipado a los demás, etcétera. Es razonablemente más-que-seguro. Y el usuario puede además ver siempre quién le está siguiendo, activar el modo «invisible» para desaparecer del mapa o simplemente usar las funciones normales de privacidad de las preferencias del teléfono para bloquear la aplicación.

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