Cuando comienzas a preparar una presentación, debes visualizar desde
el principio qué pretendes con ella. Sin un objetivo claro, sin una
intención evidente, la presentación deambulará como un rebaño de ovejas
sin pastor, rumiando hierba de aquí y de allá por el prado de la
confusión mental, sin rumbo fijo. La audiencia marchará con la sensación
de no saber para qué le han hablado.
Así pues, tu primera tarea al encarar un nuevo proyecto de
presentación es poner por escrito con la mayor claridad posible cuáles
son las expectativas de la organización que te ha solicitado la
presentación, las de la audiencia y las tuyas propias. Estas ideas
actuarán posteriormente como brújula a la hora de seleccionar y adaptar los contenidos a la audiencia y a las circunstancias.
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