Por decirlo claramente: si el brazo robótico empuñara unas afiladas tijeras –y si yo a estas alturas tuviera pelo, que ya es mucho suponer– no sabría decir si me atrevería a dejar tan delicada operación en sus frías manos artículadas en el estado actual de la tecnología. ¿Y con una afilada navaja de afeitar sobre el cuello, a la antigua usanza, estilo El color púrpura? ¡Glups!
[...]
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