El adicto al trabajo suele crear más problemas de los que soluciona. Y al profesional hoy se le mide justo por lo contrario, por su capacidad para crear ideas y solucionar dificultades.
El adicto al trabajo no tiene objetivos. Convierte su lista de tareas en sus objetivos y le “dispara” a todo lo que se mueve. Su mayor meta es «terminar todo lo que hay que hacer».
Un profesional aprende y crece desarrollando nuevas habilidades, aceptando retos, ampliando conocimientos, colaborando mejor… Y ninguna de estas cosas implica “salir cuanto más tarde la oficina mejor”.
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