(Fuente: 3.bp.blogspot.com) |
En ningún momento se te ha ocurrido pensar en las necesidades de la audiencia ni en cómo servirla mejor. Tu propia inseguridad hace que busques a toda costa la aprobación de tu audiencia. Y cuanto más necesites su aceptación, más te esforzarás por impresionarla y menos por satisfacer sus necesidades.
Por el contrario, cuanto más te preocupas por tu audiencia y menos por ti mismo, menor será tu miedo a hablar en público y mejor conectarás con ella. Entonces te mantienes alerta ante las necesidades de tu audiencia: ¿qué necesita?, ¿me está siguiendo?, ¿estoy resolviendo su problema?, ¿cómo puedo ayudarla mejor?, ¿le aportará valor mi presentación? Tu mensaje ya no brota de la cabeza sino del corazón y conecta con las ideas y creencias que te apasionan.
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