Ni la estrategia militar de los ingleses fue tan decisiva ni las tácticas en el campo de batalla de los borbónicos eran tal desastre como muchos libros de historia nos cuentan. La Guerra de Sucesión española, que acabó con el Tratado de Utrecht, fue uno de los primeros grandes conflictos armados a escala planetaria y en el que se produjo una gran revolución en la forma en la que los ejércitos plantaban a sus tropas en combate. ¿Cómo afectaron estos cambios al desarrollo de la guerra que supuso para España la pérdida de Gibraltar y que desembocó en la batalla del 11 de septiembre de 1714 tras el sitio de Barcelona? La supercomputación acaba de aportar una gran ayuda para orientar la respuesta, por medio de simulaciones complejas de la interacción entre las distintas tropas.
"Nuestra intención era la de modelar conjuntamente tanto la experiencia individual del soldado como el desarrollo global de las grandes batallas", explica Xavier Rubio-Campillo, investigador del Barcelona Supercomputing Center (BSC) y coautor de un estudio que trata de mostrar las debilidades y fortalezas de las distintas tácticas militares de esta guerra decisiva. Pero también, y sobre todo, el trabajo pretende demostrar que la supercomputación tiene mucho que aportar a una disciplina como la Historia.
Los historiadores tienen acceso a fuentes directas de la época pero es difícil saber exactamente cómo era el desarrollo práctico de estas batallas. Sobre todo, para entender si las nuevas tácticas se desarrollaron para explotar en toda su capacidad las innovaciones tecnológicas o si estas novedades, esencialmente los mosquetes y las bayonetas, llegaron porque eran las que mejor se adaptaban a su estrategia. A principios del siglo XVIII, las tradicionales formaciones de lanceros desaparecieron por las mejoras en las armas de fuego y se cambiaron por otras más anchas y delgadas que sacaban provecho de la potencia de la pólvora.
Como equipos de fútbol sobre el césped, los distintos ejércitos hicieron sus apuestas tácticas. La infantería francesa se disponía en filas que disparaban consecutivamente, echando rodilla al suelo para recargar y alzándose para disparar, mientras avanzaban por el campo de batalla frente a frente con su enemigo. Esta disposición golpeaba de forma uniforme las líneas rivales, pero -supuestamente- otorgaba demasiados segundos de desahogo al rival.
"Nuestra intención era la de modelar conjuntamente tanto la experiencia individual del soldado como el desarrollo global de las grandes batallas", explica Xavier Rubio-Campillo, investigador del Barcelona Supercomputing Center (BSC) y coautor de un estudio que trata de mostrar las debilidades y fortalezas de las distintas tácticas militares de esta guerra decisiva. Pero también, y sobre todo, el trabajo pretende demostrar que la supercomputación tiene mucho que aportar a una disciplina como la Historia.
Los historiadores tienen acceso a fuentes directas de la época pero es difícil saber exactamente cómo era el desarrollo práctico de estas batallas. Sobre todo, para entender si las nuevas tácticas se desarrollaron para explotar en toda su capacidad las innovaciones tecnológicas o si estas novedades, esencialmente los mosquetes y las bayonetas, llegaron porque eran las que mejor se adaptaban a su estrategia. A principios del siglo XVIII, las tradicionales formaciones de lanceros desaparecieron por las mejoras en las armas de fuego y se cambiaron por otras más anchas y delgadas que sacaban provecho de la potencia de la pólvora.
Como equipos de fútbol sobre el césped, los distintos ejércitos hicieron sus apuestas tácticas. La infantería francesa se disponía en filas que disparaban consecutivamente, echando rodilla al suelo para recargar y alzándose para disparar, mientras avanzaban por el campo de batalla frente a frente con su enemigo. Esta disposición golpeaba de forma uniforme las líneas rivales, pero -supuestamente- otorgaba demasiados segundos de desahogo al rival.
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